..........County of San Diego Mental Health Services ................................. 2 |
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....MI RECUPERACIÓN CONTINÚA ......En esos, los últimos días, desde que me despertaba (lo que a menudo era a medio día, o en la noche), luchaba para aguantar el mayor tiempo posible hasta que volvía a empezar a beber para "reparar" el terrible daño de la resaca y cruda del día anterior. Hubo días en que podía aguantar una hora, pero la mayoría de los días necesité comenzar pasando saliva, forzándome a tragar una, o dos bebidas para suavizar los síntomas de abstinencia; y aunque me sentía miserable, creo que era un poco más manejable. La mayor parte de mi tiempo la pasaba con un profundo miedo, con desesperación, crudo o con un leve terror; me sentía vulnerable, desecho, y casi paralizado emocionalmente para hacerle frente a la vida. Para mí, estos fueron los últimos meses de una adicción “activa”, y el pensar o hablar de ello hoy, me provoca un rechazo casi palpable. Yo sabía que sin lugar a duda, los dos últimos años de mi adicción habían dejado de ser algo en lo que yo pudiera triunfar solo. Yo necesitaba ayuda, sí, la ayuda era sumamente necesaria, y aunque lo sabía, todavía lo dudaba. .....La primera vez que me emborraché como nunca, fue a los 14 años. Cuando ingenuamente creí que se podían usar los vasos desechables para echarse un trago. Andrés, mi mejor amigo y otro genio de 14 años, me alineó cuatro vasos desechables llenos con una mezcla hecha combinando el contenido de todas las botellas de vino que se encontraban en un mueble, donde su padre guardaba las bebidas alcohólicas. Sin haber comido, sin nadie que nos fuera a “cachar”, y sin comprender la magnitud de lo que estaba haciendo, y en una actitud infundada de jactancia, quise mostrar mi gran capacidad de “tolerancia” al tiempo que brindaba y me echaba los tragos. La bebida me derribó rápidamente. Y cómo no iba a suceder, si la cantidad de alcohol que tome fue el equivalente al contenido de una botella de soda/refresco. En menos de un minuto, mi "tolerancia" me tumbó y no dejó ningún recuerdo de lo que pasó en esa noche. Yo tenía 14 años, y pesaba poco más de 100 libras. La única razón que no morí fue porque mi amigo, no siguió mi ejemplo, y porque, de alguna manera, logré sobrevivir a lo que se conoce como una intoxicación aguda. Al día siguiente, mi amigo me comentó que frecuentemente estuvo volteándome durante toda la noche, porque aunque estuve inconsciente, estuve vomitando continuamente, y los vómitos me podían haber ahogado. Después de tal suceso, cualquier otra persona con sano juicio, podría jurar que no volvería a beber en su vida. Pero yo no. Yo continué consumiendo alcohol de manera excesiva durante todo lo que fue mi escuela secundaria, a pesar de mi primer experiencia. Bebía cada vez que había la probabilidad de que no “me cacharan” mis estrictos y autoritarios padres. Durante la universidad y en mi vida adulta, seguí bebiendo en exceso, con frecuentes borracheras, pero se intercalaban breves períodos de relativa moderación. Visité por primera vez a un terapeuta en 1995. Esto fue después que en la semana anterior, rompí la ventana de cristal de una tienda. Recuerdo que estuve cerca de perder la mano derecha debido a una cortada causada por los enormes fragmentos de cristal. Al tratar de escapar de la policía, casi me desangro hasta morir, por tener una cortada que cruzaba la muñeca donde pasa la arteria principal. Para calmar al tribunal y convencer al juez de que se me aminoraran los cargos, me inscribí en una terapia para el control de la ira, pero después de 3 sesiones, yo decidí que ya estaba mejor. |